Hoy he terminado definitivamente mi labor en el IES Juan de Aréjula, donde he venido desempeñando mi labor docente durante los dos últimos años. Ha llegado el día en que me debo incorporar a mi nuevo destino en la vecina localidad de Cabra donde vuelvo una vez más al Instituto Aguilar y Eslava.
No es nuevo para mi esto de despedirme de los distintos centros en los que he trabajado desde que comencé mi andadura en esta profesión allá por enero de 1996 en el desaparecido instituto de FP Infanta Cristina de Almonte (Huelva).
Han sido muchos los compañeros que ido conociendo a lo largo de estos años. A unos les habré caido bien y quizá alguna vez se acuerden de mi; a otros no tanto. Con algunos he tenido una mayor familiaridad y confianza, mientras que otros habrán pasado sin pena ni gloria.
En todos los sitios donde he estado he procurado trabajar lo mejor que puedo y sé, y ahora que dejo esté siento cierta melancolia, pues es el último donde por ahora he pasado. Mi trato con los alumnos y con los compañeros ha sido bastante bueno y sin duda los recordaré, sobre todo porque a muchos de ellos los veré por la calle y nos saludaremos con mayor o menor confianza pero sin duda con cierto afecto.
Me marcho a mi nuevo antiguo centro. Aquí comienzo una nueva etapa en mi vida profesional que no es sino una continuidad de la que ahora finaliza pero con un nuevo status dentro de mi situación administrativa.
Esta profesión nuestra es tan peculiar que hace que cada año nuestra labor sea diferente, con los cambios que se producen en nuestro alumnado que por su propio desarrollo vital les hace distintos y por tanto también que nuestra labor sea tan dinámica y variable como la propia sociedad a la que servimos.
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